Conté hasta 10 mientras respiraba profundo y me repetía frente al espejo que salir contigo era buena idea. No llegué tarde, pero estuve en el estacionamiento el tiempo suficiente convenciéndome de salir del coche, que pareció que sí. Ahora lo sabes.
Estuve tan cerca de dar la media vuelta e irme, pero la verdad no quería. Tenía tantas ganas de verte que no me importó saber lo que los dos ya sabíamos... que ni siquiera teníamos una sola oportunidad. Los dados estaban cargados de tu lado, pero aún así los envolví entre mis manos, soplé y los tiré.
Eran más que tus ojos, era cómo brillaban cuando veían los míos, pero más que eso era cómo calmaban todas las tormentas en mi cabeza. ¡Quería tanto que tus ojos solo fueran míos! Y luego estaba tu sonrisa, la sonrisa que tenía el poder de hacerme sentir como si estuviéramos solos en un lugar repleto de gente, gente que no tenía idea ti y de mi, del secreto más bonito y cruel del mundo.
La adrenalina corría por todo mi cuerpo, pero siendo honestos lo hacía desde el día en que te conocí, cuando tenías el pelo corto y el mío era rosa. Nunca pensé perder la cabeza por alguien mucho más joven que cualquier otra persona con la que salí. Pero al jugar con fuego sabes que te puedes quemar, y si iba a arder al menos sería por la electricidad.
La cena terminó con cada uno conservando la mitad de la suerte del otro y la promesa en papel de que algún día fuera una sola.
Todavía recuerdo como una película en cámara lenta como caminaba casi bailando por el estacionamiento vacío contigo de la mano, viendo el cielo y queriendo que la noche nunca terminara; el momento exacto en que me tomaste de la cara para besarme una y otra vez. Eran más que tus manos, era cómo recorrían mi espalda haciendo que se me erizara la piel. Eran más que tus besos, era cómo sonreíamos entre cada uno de ellos, como prometiéndonos un pequeño infinito por cada cual. Que ilusos fuimos al pensar que con 3 podríamos sumar.
-Yours truly
M
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